Que comience el nuevo mundo
21-12-12 , un solsticio señalando el punto de regreso Un
final sin conclusión posible, un eterno comenzar, el regreso que sucede a todo
ir en este perenne devenir Nada nos ha pasado. Todo nos ha pasado. Colapsos
económicos, el eje de la tierra cambiando, los contenidos moviéndose, los
continentes incontinentes.
Se va derritiendo el hielo y somos revelados por el fuego.
Todo muta, las cosas se reducen a cenizas y revelan su luz.
Lo oculto sale a flote, la luz disuelve la sombra y nos deslumbra hasta
dejarnos ciegos. No nos vemos a nosotros mismos viendo, no nos oímos diciendo,
no nos sentimos haciendo lo que entre todos, todos, hemos hecho con nuestras
omisiones. Acusamos y culpamos. No asumimos. No nos asumimos. Delegamos la responsabilidad, la culpabilidad
y nuevamente nos lavamos las manos.
Para no esperar que sucedan cosas afuera y sucederle a los
sucesos, para recuperar el poder de ser y no seguir a la deriva, bastaría saber
que, para estar de veras
vivos, nos morimos continuamente; bastaría
conocer que el cambio es lo único que precede y
que sucede; bastaría sentir que la impermanencia es lo permanente, y que
la muerte es tan solo un cambio del modo de presencia, una estrategia evolutiva
para
que la vida misma se renueve.
Si la muerte cotidiana de la luz, si la muerte de la célula, si la desintegración radiactiva del corazón en
el amor, si todas esas muertes fueran
comprendidas sabríamos de una vez por todas que la muerte no es lo contrario de
la vida.
La salida es una
nueva entrada. El final es un comienzo.
Cada muerte un nacimiento. En el instante todo nace y muere al mismo tiempo. El momento
es el secreto, pero cuando te das cuenta ya has partido definitivamente, y
estás de nuevo sumergido en otro instante incierto. Cierto.
Los árboles son mecidos por el viento, la vida es mecida por
el viento solar. Un viento galáctico nos recorre las entrañas sin saberlo y sin
que tampoco lo sepamos, el viento de nuestros pensamientos agita esas estrellas
lejanas, que a lo mejor ya sólo existen como un patrón de fotones que acarician
la retina. Todo es móvil como el viento, aún la montaña que miramos es la huella
del viento evolutivo arrugando la corteza de la tierra.
Estos huesos nos han soportado tantos años sólo porque han
cambiado, han muerto tantas veces y vuelto a nacer con nosotros que su
edad no tiene medida. Vienen del núcleo
de una estrella y nos dan soporte y solidez de luz lejana. Nos tejen con sus
elementos a la red del universo. Estos movimientos que nos mueven por fuera y
por dentro son la prodigiosa expansión de un pensamiento creador, que ha revelado la
unión entre la mente y el campo cuántico a través del océano de las partículas
subatómicas.
Cuando cesa el viento la ola se convierte en mar. La pausa de la apariencia nos revela un proceso de
disolución en la esencia. Como la muerte, la pausa es sólo parte esencial del
ritmo que anima el movimiento de la vida. Disolvernos en el océano de ser es
nuestra verdadera fortaleza.
El espacio no se nos revela sin la presencia de quien
percibe que es espacio. Tiempo del tiempo en el instante, espacio del espacio
en el punto sin dimensiones, abstracciones de lo posible, todo puede ser en la
singularidad de la presencia. En ella es posible presentir las noches oscuras
con el significado de los días , las auroras implícitas en los crepúsculos,
todo lo complementario sumergido en los
contrarios. En la levedad presente del espacio interno se revela la unidad
secreta de todo lo diverso, la belleza
irrepetible de lo que ahora mismo está emergiendo.
Nos tocó difícil. Alguien o algo nos está templando el
carácter. Un joyero implacable pule nuestras aristas mientras vemos caer lo que
nos duele perder, eso que nunca fue ni será necesario, eso por lo que tanto luchamos y lloramos. Nada
se ha perdido aunque parezca que lo hemos perdido todo. Tal vez había
demasiadas cosas ocultando nuestra luz. Nuestra dignidad. Tal vez había muchas
pequeñas verdades ocultando una gran verdad, la de ser. Eso que llamábamos
bienestar era quizás tan sólo ausencia de nosotros mismos. Algo nos llama hoy a la presencia.
Estábamos perdidos de nosotros, a punto de reventar con la
burbuja que ha inflado egos, cuentas, mentiras y economías. Es hora de sentir que algo ha quedado en las
finanzas de la vida: Lo que cuenta es
uno. Y uno más uno es mucho más que muchos. Nosotros, un pronombre con todos los nombres, es el nuevo
nombre. . Una nueva totalidad, tan bella como diversa, la totalidad del hombre,
la de la mujer, la del ser lo que cada uno es. Una síntesis tan cierta como humana. Tan
sólida como solidaria. Tan única como interdependiente. Libre, libre.
Nos perdimos para encontrarnos.. Ahora lo sabemos, sólo
podemos crecer de verdad si lo hacemos desde adentro. Sólo nos podemos realizar
si florecemos desde el centro. Si vivimos de corazón.
Que sea el fin del mundo, el final del mundo cosificado de las superficialidades,
las apariencias, las vanidades y las mentiras. Que comience el otro mundo, el
nuestro, uno al que le podamos suceder.
Que este parto nos sirva a todos para salir de la prisión de la
programación, para renacer y reinventarnos, para
creernos y crearnos. Para recrearnos y simplemente ser felices. Bastaría mirarnos como humanos para descubrir
la belleza de nuestra gran familia. Bastaría sentir de verdad que tenemos el
mismo punto de partida y una meta común, para disfrutar la diversidad de los
caminos que nos llevan a ser nosotros mismos.
En el hemisferio norte la navidad es fría. En el hemisferio sur la
navidad es cálida. Con frío o con cal,or en el corazón todas las estaciones son
el tiempo del amor.
Feliz navidad
Jorge Carvajal P