Otra noche más con el corazón encogido, preguntándome como es posible que unos padres puedan estar tranquilos mientras su bebé de meses, porque no tiene ni el año, llora desconsolado durante cerca de dos horas…. Así llevan ya dos meses…
Cada noche igual… a veces siento que deja de llorar a través de la pared, oigo al vecino que dice muy tranquilamente: “todo está bien” “estoy aquí”, “es hora de dormir”….y de nuevo vuelta al llanto, al desconsuelo, a la soledad, al desamparo….
No quiero ni imaginar lo que debe sentir este ser tan pequeño al ver que su necesidad de amor, de sentir el contacto con la piel de su madre, la voz, no es satisfecha, que su llanto no servirá de nada, que en esta vida por mucho que necesite el calor, no lo va a tener, que tendrá que acomodarse al horario de los padres, horario de oficina, programado como seguramente el momento de su concepción, el momento del parto a conveniencia de la baja maternal, de las vacaciones del ginecólogo,…
¿Qué ha pasado con el arrullo, con la nana, con el calor de los brazos de la madre, el contacto físico que tanto necesitamos cuando recién acabamos de venir a este mundo a aprender la mayor lección la del AMOR?
¿Dónde ha quedado el instinto maternal de arropar al pequeño, de proteger a tu hijo, de colmarlo de caricias y besos? No hay nada más estremecedor que el llanto desconsolado de un niño.
Desde aquí hago un llamamiento a los pediatras que están recomendando este famoso método de reprogramar al bebé como si fuera una máquina sin importar qué necesidades afectivas y de protección está necesitando en este momento, que me encantaría que se hicieran una sesión de terapia regresiva para que sientan y se hagan conscientes que el Ser es consciente de todo lo que sucede desde el mismo momento de la concepción, que todo se nos queda grabado a fuego en nuestro sistema límbico, condicionando totalmente nuestra forma de ver, de sentir y de vivir nuestras experiencias el resto de nuestra vida, que si nos falta un buen colchón afectivo en nuestra infancia tendremos ese sentimiento de carencia, de abandono para siempre…
Duérmete mi niño…. Sí pero con arrullo, con el contacto de la piel, con el calor de una nana…
Ana Isabel Gallego.
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